Época: Expans europea XVI
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
Estado Pontificio



Comentario

La fastuosidad, el boato, también la corrupción y la frivolidad, unidas al desmedido interés por la acumulación de riquezas que mostraban la inmensa mayoría de los integrantes de la Curia, y que contrastaba con la dejadez de la misión espiritual a la que estaban teóricamente llamados, habían seguido manifestándose públicamente durante el pontificado de León X. El acceso al Colegio Cardenalicio de nuevos purpurados gracias a la prodigalidad en los nombramientos, no hizo más que corroborar y acentuar incluso esta práctica de nepotismo y venalidad que tanto daño estaba causando a la estima de la jerarquía eclesiástica.
El Santo Colegio, organismo fundamental en las tareas de gobierno de la Santa Sede, había ido cayendo bajo el control de las principales familias de la aristocracia italiana, cuyos miembros empezaron a constituir verdaderos linajes de cardenales, que se disputaban entre sí los beneficios adscritos a la obtención de los rojos capelos. Junto a ellos aparecían otros miembros extranjeros, que fueron siempre minoritarios, españoles y franceses mayormente, que venían a representar y a defender dentro del senado eclesiástico los intereses estatales de sus respectivos países.

Aunque hubo excepciones de purpurados llenos de una profunda espiritualidad y promotores de intentos reformistas, la gran mayoría de los cardenales se siguieron moviendo con actitudes egoístas, buscando el acaparamiento de bienes, la acumulación de beneficios eclesiásticos, mostrando por lo demás una vida disipada, de ostentación y lujo, volcada casi íntegramente hacia lo material y lo mundano. Las ambiciones personales, los comportamientos inmorales, los afanes de riquezas se imponían claramente en el seno del Colegio Cardenalicio; fuera de él, las residencias de los purpurados se habían convertido en deslumbrantes palacios que aparecían como pequeñas cortes principescas, donde el mecenazgo cultural y el desarrollo de las actividades artísticas apenas si lograban ocultar el abandono de las tareas pastorales de sus ocupantes. En este ambiente de mundanidad que dominaba la Curia y el Papado cualquier planteamiento de reforma eclesiástica se mostraba inútil, incluso resultaba peligroso para la jerarquía eclesiástica. La clausura en 1517 del anodino Concilio Lateranense V sin que se hubiese dado ningún paso en firme para llevar a cabo la reforma, a pesar de haberse discutido bastante en torno a ella, venía a confirmar esta situación de bloqueo religioso.

Por otra parte, en 1516 León X tuvo que hacer frente a una verdadera conjura de cardenales contrarios a su política, encabezada por Alfonso Petrucci, que pudo tener graves consecuencias para su persona y para quienes apoyaban al Pontífice. La conjuración pudo ser abortada finalmente, recibiendo sus autores duras penas, que en algunos casos llegó a la de muerte. Este crítico acontecimiento, una vez superado, sirvió al Pontífice para llevar a cabo una amplia renovación del Sacro Colegio mediante la designación de un elevado número de nuevos cardenales que le serían más afines. La oposición interna quedó así bastante debilitada, convirtiéndose el senado eclesiástico a partir de entonces en un cuerpo más disciplinado al servicio de la Monarquía papal.